Por: Fidel Villagomez
El texto que compartes es una
radiografía dura, precisa y, por desgracia, muy real del gran malentendido
peruano: confundir el emprendimiento de supervivencia con el emprendimiento de
desarrollo. No es falta de talento, ni de ganas, ni de creatividad. Es un
sistema institucional que castiga sistemáticamente el crecimiento y recompensa
la informalidad y la precariedad.
Me voy a permitir complementar tu
análisis con algunos datos y observaciones que lo refuerzan:
Formalidad vs. Supervivencia:
Según el INEI y el Banco Mundial, más del 70 % de la economía peruana es
informal. Eso no es un accidente cultural; es la respuesta racional de millones
de personas a un sistema que hace que formalizarse sea caro, lento y riesgoso.
El costo de oportunidad de quedarse informal es bajo: evitas pagar impuestos,
evitas inspecciones arbitrarias, evitas la burocracia interminable. El costo de
formalizarse es altísimo: Sunat, municipalidades, ministerios, multas,
inspecciones sorpresa, extorsión. En el Perú, la formalidad no es un beneficio,
es un castigo.
Crecimiento castigado: Hay
un umbral invisible en el que el negocio peruano empieza a ser visible para el
Estado. Ese umbral se llama “éxito”. Cuando una bodega pasa de ser un puesto de
mercado a una cadena pequeña, cuando un taller de costura se convierte en una
pequeña fábrica, cuando un restaurante de barrio empieza a tener empleados
formales, el sistema aparece. Y no para ayudar, sino para cobrar. Multas,
fiscalizaciones, requisitos nuevos, inspecciones sorpresa, extorsiones de
funcionarios, extorsiones de mafias. El mensaje es claro: “crece, pero no
mucho”.
Comparación con Chile (el
vecino incómodo): En Chile, un emprendedor tarda en promedio 5,5 días y 7
trámites para abrir un negocio (World Bank Doing Business 2020). En Perú son 26
días y 11 trámites. Y eso es solo el inicio. En Chile, cuando una empresa
crece, el Estado la ve como un generador de empleo y recaudación, y le ofrece
incentivos para seguir creciendo. En el Perú, cuando una empresa crece, el
Estado la ve como una fuente de ingresos inmediatos, y le aplica el “impuesto
al éxito”.
El mito del “emprendedor
heroico”: En el imaginario peruano, el héroe es el que “se levanta a las 4
de la mañana y trabaja 18 horas”. Ese discurso glorifica la precariedad y
oculta el problema de fondo: la falta de un sistema que permita que ese mismo
esfuerzo genere riqueza sostenible. En China y Europa, el héroe no es el que
más se sacrifica, sino el que más escala y crea valor. Aquí, el que escala es
sospechoso.
La solución no es más
“capacitación”: Lo que más escucho en círculos oficiales es “hay que
capacitar a los emprendedores”. No. Lo que hay que hacer es desmantelar el
sistema que los castiga por emprender bien. Reducir drásticamente la
burocracia, bajar costos de formalización, eliminar la discrecionalidad de los
funcionarios, proteger la propiedad privada, garantizar seguridad jurídica y
dar incentivos reales al crecimiento (no solo subsidios clientelares).
Como bien dices: el sistema no está fallando. Está funcionando
exactamente como fue diseñado.
Y mientras no cambiemos el diseño, la creatividad peruana seguirá siendo
un mecanismo de supervivencia, no un motor de desarrollo.
El Perú tiene todo para ser una potencia: recursos, talento, una
población joven y emprendedora.
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