Tumbes

Tumbes

domingo, 21 de diciembre de 2025

La idiosincrasia económica de las PYMES peruanas

 


El Perú suele celebrarse a sí mismo como un país de emprendedores. Las cifras parecen confirmarlo: millones de pequeños negocios, mercados bulliciosos, creatividad cotidiana y una admirable capacidad para “salir adelante”. Sin embargo, si el emprendimiento fuera sinónimo automático de desarrollo, el Perú sería una potencia económica. No lo es. Algo, evidentemente, no cuadra.

Ese “algo” no es falta de talento ni de esfuerzo. Es “idiocrasia económica”: una forma particular —y persistente— de organizar la relación entre el emprendedor, el Estado y el mercado, cuyos resultados no son accidentales, sino previsibles.

El contraste es ilustrativo. Mientras los gobiernos europeos y la Unión Europea trabajan activamente para simplificar la burocracia que enfrentan las pequeñas y medianas empresas —que representan cerca del 99 % del tejido empresarial y generan la mayor parte del empleo—, el entorno institucional peruano sigue siendo percibido como complejo, costoso y punitivo.

En Europa, el apoyo estatal no es retórico. Programas financiados con fondos públicos movilizan más de 200 mil millones de euros hasta 2027 para PYMES, combinando préstamos, garantías, subvenciones e inversión en capital. Existen microfinanzas para quienes inician un negocio, y organismos como el European Innovation Council financian startups innovadoras desde sus primeras etapas hasta su escalamiento. El mensaje es claro: el Estado protege y acompaña al pequeño empresario.

Otro modelo, aún más contundente, es el chino. La economía china no puede entenderse sin su cultura. A diferencia de Occidente —donde el individuo es el centro—, en China el eje es la colectividad y la estabilidad. Aunque formalmente comunista, Confucio sigue mandando más que Marx. El respeto a la autoridad, la meritocracia, la disciplina y la educación como ascensor social siguen siendo pilares culturales.

China no deja el desarrollo al azar del mercado, pero tampoco elimina la iniciativa privada. Su modelo es un capitalismo bajo dirección estatal. No forma profesionales genéricos, sino ingenieros, técnicos, científicos y especialistas productivos. La educación responde al modelo económico, no al revés.

Antes de exigir productividad, el Estado construye el entorno: carreteras, puertos, zonas industriales, energía barata y conectividad digital. El emprendedor chino no lucha contra el sistema; lo aprovecha.

La lógica peruana es diametralmente opuesta. Aquí, el Estado no es percibido como socio ni como árbitro, sino como una amenaza latente. No necesariamente porque todos los funcionarios sean corruptos o incompetentes, sino porque el sistema es impredecible, costoso y sancionador.

El Perú admira el esfuerzo, pero no lo organiza. Se trabaja mucho, pero se planifica poco. Se celebra al emprendedor que abre su negocio a las seis de la mañana y lo cierra a medianoche, pero no al que invierte en procesos, tecnología o innovación.

Aquí aparece uno de los rasgos más claros de la "idiocrasia" económica peruana: se glorifica el sacrificio individual, pero se desconfía del crecimiento estructurado.

En China, el emprendedor piensa: si crezco, el Estado me apoyará.
En Europa, piensa: si cumplo, el sistema me protegerá.
En el Perú, piensa: si crezco, alguien vendrá a cobrarme.

Cambiar esta realidad no requiere “educar” al emprendedor, sino reeducar al sistema. Cuando el crecimiento deje de ser castigado y la formalidad deje de ser una amenaza, la famosa creatividad peruana dejará de ser un mecanismo de supervivencia y se convertirá, por fin, en desarrollo.

Como diría Asimov, con elegante crudeza: el problema no es que el sistema no funcione; es que funciona exactamente como fue diseñado.

Francisco Sanjinez C.
Contadores Auditores Calderón y Asociados
www.cpigestor.com

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario